La transformación digital no es una asignatura de libre disposición para las empresas

A ritmo de centrifugadora el siglo XX capacitó la sociedad a las necesidades de unos tiempos marcados por el rápido desarrollo de todas y cada una de las dimensiones políticas, sociales, culturales, económicas y tecnológicas, así como a la forma de entender el ser humano en sí mismo y en su entorno.  Nunca, hasta ese período, las personas y las sociedades estuvieron tan expuestas a los cambios continuos, a las novedades y avances que acontecieron. Hoy, el siglo XXI, nos obliga a hacerlo al ritmo de un acelerador de partículas.

Nos hemos adaptado a vivir en continuo cambio y avance en esta era de la sociedad de la información, la cual hace posible, por primera vez en la historia, el acceso al conocimiento y a la información sin límites, de manera universal, convirtiéndose, al mismo tiempo, en un elemento de primer orden para la creación de la riqueza. La llegada de la digitalización no ha hecho más que empezar, las TIC están redefiniendo nuevamente nuestra forma de entendernos y relacionarnos con nosotros mismos y con nuestro entorno y anuncian una modificación substancial de las relaciones de las sociedades postmodernas con el espacio y el tiempo, al cubrir el planeta con una membrana de redes de comunicación. Y, lo que es más importante, ha generado un contexto de competitividad mundial en la que los productos y servicios adoptan nuevas formas de producción, distribución y consumo. La era digital obliga a las empresas a redefinir sus estrategias de negocio pues solo así podrán satisfacer las necesidades de unos exigentes consumidores que opinan e interaccionan constantemente con productos, servicios y las marcas que los representan.

El estudio “The digital transformation of Industry” realizado en 2015 por Bundesverband der Deutschen Industrie (BDI), La Federación de Industria Alemana,  afirma que la digitalización comportará grandes cambios a las empresas, no solo a sus estrategias, sus procesos, sus estructuras y productos, sino también a sus culturas. En el futuro personas, máquinas y medios se comunicaran entre ellos en tiempo real y el valor añadido residirá en estas redes hipercomunicadas y conectadas que posibilitarán flexibilidad y organización, pues el Internet de las cosas, la banda ancha de alta calidad, la creciente automatización y autonomía de la producción, los cuales facilitan la transformación digital, comportarán nuevas posiciones en el mercado, y novedosas propuestas de valor que acelerarán el proceso de evolución.

Según sostiene el análisis realizado por la Federación de la Industria Alemana existen cuatro niveles de transformación digital. En primer lugar el análisis de los datos digitales, los cuales van a permitir mejores predicciones y, por tanto, facilitarán la toma de decisiones; en segundo lugar la automatización, pues la interacción de la tecnología tradicional con la inteligencia artificial creará sistemas de trabajo autónomo y organizados; en tercer lugar la conexión de toda la cadena de valor vía redes de telecomunicación que favorecerá la reducción de los ciclos de producción e incrementará la innovación; y, en último lugar, internet permitirá el acceso directo a los clientes, a quienes se podrá ofrecer total transparencia, nuevas formas de relación y nuevas clases de servicios. Ejemplo de ello se puede constatar en ciertas industrias y modelos de negocio como son los medios de comunicación, la música, las ventas al por menor y el turismo, no obstante, ya existe constancia de similares cambios disruptivos en sectores como la automoción, la logística y el sector bancario. Prueba de ello son las palabras del director del BBVA, Francisco González, quien el pasado 20 de noviembre en el marco de la Strategy Research Conference, organizado por la Harvard Business School, en el que se analizaron cómo las grandes multinacionales están modificando sus estrategias para dar respuesta a los cambios tecnológicos, expresaba que la transformación digital pretende conseguir mejoras radicales y disruptivas que puedan constituirse como una ventaja competitiva hoy, pues mañana dicha ventaja será un requisito necesario para sobrevivir el proceso puesto que “estamos presenciando el nacimiento de la tecnología del Big Data, el Internet de las cosas está despegando y la Inteligencia Artificial se encuentra todavía en la infancia. Competimos, por tanto, en una carrera que no tiene línea de meta ni recorrido prefijado. Ni siquiera un conjunto de reglas para guiarnos en nuestros esfuerzos”.

Así pues, no puede existir dilema alguno, la era digital no es una asignatura de libre disposición, sino un reto obligatorio para todas aquellas empresas que no quieran ir a remolque de las tendencias y los cambios que acontecen en un entorno global hiperconectado, y un objetivo para aquellas que se anticipan, se reinventan y quieren sobrevivir en este nuevo contexto digital que ya está activo y que, a partir de ahora, no puede hacer más que acelerarse.


Chelo Morillo
PhD. Comunicació
Àrea Comunicació JDA/SFAI.



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